miércoles, 9 de marzo de 2011

¡Una de bravas!

Desde hace un tiempo vengo observando que los camareros se han vuelto muy amables. Este fin de semana uno me regaló dos chupitos especiales, que tenían la medida de medio cubata. Por otro lado, siempre que voy a comprar un bocadillo en un bar cercano a mi trabajo, el camarero me incluye una bolsita con olivas y pepinillos.

Mi pregunta es la siguiente; ¿lo hacen con todo el mundo o sólo conmigo? Es de vital importancia que lo averigüe, pues si hay algo mejor que ganar la lotería eso es la comida gratis.

Hay quien dice que intentan ligar conmigo, pero os diré una cosa; no soy una chica fácil. Se necesita algo más que pepinillos para conquistarme…por lo menos, unos berberechos.

En cualquier caso, desde aquí hago un llamamiento a todos los camareros. “Camareros, no sé por qué me otorgáis este honor pero os estoy profundamente agradecida. Prometo comerme todo lo que me ofrezcáis gratis y volver a vuestro bar para futuros gorroneos. Siento no poder dejaros más propina, pero mi sueldo de becaria no da para más. De todas formas, intentaré ser una buena clienta y no derramar la mostaza por el mantel. Saludos”.

¡Ah! ¡Se me olvidaba! Si alguien no es camarero pero quiere regalarme otras cosas no hay ningún inconveniente, siempre que no sea la discografía de Luis Miguel. Gracias.

PD: Sí, tengo trabajo de becaria. Pero tranquilos, seguiré asando pollos.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Sueños artísticos

Hace unos pocos días, en clase, estuvimos hablando de los sueños y de cómo éstos contribuyen al desarrollo de la creatividad. Según parece, Dalí solía echarse siestas con una cuchara en la mano. Así, cuando empezaba a entrar en un estado de sueño profundo, la cuchara se le caía y se despertaba. Eso le permitía recordar lo que había estado soñando y anotarlo, para después poder utilizarlo como inspiración para sus obras.

Pues bien, el otro día lo probé. No con una cuchara, pero con un bolígrafo. Y una libreta al lado, para anotar lo que me fuera viniendo. Hoy he cogido la libreta y he releído lo que escribí. Lo reproduzco literalmente a continuación:

"Chico que se piensa que es un zombie y no lo es.

Genial, dos gilipollas.

¿Esos calzoncillos te vas a llevar? Claro, no hay que perder el estilo. ¿Y los tuyos? Puestos.

Cogen un zombie para experimentar con él y le dan vueltas y se ríen. El zombie también se ríe.

Carrera de coches retro. ¿De dónde eres? De España. Una chica va con esquís por las vías de un tren.

Un perro invertido.

Va viendo a su amado en diferentes sitios. Lo atropella sin querer. Luego lo ve posando en una clase de arte.

Ballet inventado y morse ruso.”


Bien. Frente a semejante recopilatorio me planteo las siguientes dudas:

1. ¿Soy mega-creativa o una psicópata?
2. ¿Realmente esto sirve de algo?
3. ¿Qué cojones es un perro invertido?
4. ¿Se puede practicar ballet al son del código morse? Es más, ¿puede el ballet ruso inventarse un nuevo código morse?

En fin…quizás no sirva para nada, pero jugar a ser artista MOLA.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Amigos del Facebook que no son personas

El otro día recibí una solicitud de amistad de Facebook. La abrí con ilusión, deseando que fuera un buen amigo de la infancia o un antiguo enemigo deteriorado por el paso de los años (a saber: más panza, acné, calvicie, etc.). Pero no; se trataba de una fábrica de quesos.

No es la primera vez que una cosa, lugar o servicio me intenta agregar como amiga en la red social. A mí me resulta un poco raro, pues para eso ya existen los grupos de fans y las páginas sobre cosas. Pero hay una explicación. Según parece, se ha puesto de moda “personalizar” los productos y/o marcas para lograr que estos sean percibidos como más próximos por el consumidor, creando así un vínculo emocional que conduzca a la compra.

Pongamos un ejemplo. Hay un coche aparcado en la calle con un cartel que dice “Me venden”. Automáticamente, te miras el coche con otros ojos. Incluso yo, que no tengo ni carné, simpatizo con el auto. “¡Pobrecito! ¡No lo quieren!”. Y si tengo un día especialmente melancólico, añado: “¡Y está aquí en la calle, pasando frío!”. Hasta que al cabo de un rato recapacito y me doy cuenta: “¡Pero si sólo era una carraca!”.

Mucho cuidado con este tema, ya que puede llegar a ser extremadamente peligroso. Yo una vez me encariñé de un palo de helado y le puse Magnum (en efecto, no tenía ganas de pensar). Estuve toda la tarde jugando con él y nos hicimos amigos. Le dibujé una cara con rotulador y le conté todos mis secretos. Quizás vosotros penséis “¡Pero si sólo era un palo de madera!”.Y es verdad, eso no os lo podré negar. Pero para mí tenía un valor simbólico; lo había personalizado.

El caso es que mi madre lo encontró por la noche y lo tiró. DRAMA. Magnum, que también podría servir como nombre de investigador privado o de perro, desaparecía de mi vida. Era un puto palo, sí, pero qué palo. Los tenía bien puestos y ni siquiera gritó cuando lo echaron a la basura.

En fin, espero que la próxima solicitud de amistad que reciba sea por parte de una persona o, en su defecto, de Magnum. Querido palo mío, allá donde estés, que sepas que te sigo queriendo...

jueves, 11 de noviembre de 2010

Excusas

Queridos amigos,

Hace días que no escribo nada. Es vergonzoso. Pero qué queréis que os diga, tampoco me paga nadie.

El caso es que no encuentro nada sobre lo que me apetezca escribir. Tengo notas en una libreta sobre ideas raras y temas que algún día quizás trate, pero no consigo sacarle punta a nada. Sin embargo, soy consciente de que si tengo un blog es para ir escribiendo en él, así que hoy voy a explicar mis dificultades creativas recientes (o excusas que me pongo a mí misma para no sentirme tan mal).

1- Problemas de salud. No recuerdo quién decía que para ser artista hay que tener cubiertos unos “mínimos” (es decir, comida, alojamiento, salud, etc.). Yo, entre una cosa y otra, me he pasado dos semanas enferma (un medio resfriado y una fuerte gastroenteritis). Lo único que se me ha ocurrido en este tiempo ha sido una “Oda a mi estómago querido” y el decálogo “10 formas de comer arroz hervido y no morir de aburrimiento”.

2- Falta de tiempo. Por alguna extraña razón, nunca tengo tiempo para escribir en el blog. Tengo tareas ineludibles como mirar la tele, jugar al “veo, veo” con mi perro o contar motas de polvo.

3- Pánico a la hoja en blanco. La gran hoja en blanco pone nervioso a cualquiera. Así que estoy intentando escribir en otras superficies para después pasar el texto al ordenador. No creo que mi madre me perdone lo del mármol de la cocina, pero el papel de váter no está mal.

4- Mente dispersa. Como buena Piscis, mi mente realiza viajes diurnos a quién sabe dónde en busca de quién sabe qué. De golpe me quedo empanada y cuando vuelvo a la tierra estoy igual o incluso menos inspirada. Y antes de que lo preguntéis, no, no me drogo.

5- Redacciones. Actualmente voy a dos academias de inglés dónde se me pide que escriba redacciones o textos varios. Después de pasarme toda una tarde buscando palabras en el Word Reference e intentando añadir frases molonas como “we were few and grandma got birth” (éramos pocos y parió la abuela), ya no me quedan más ganas de escribir.

Sólo pongo cinco razones, aunque podría seguir hasta el infinito (hace frío, me dan rampas en los dedos, el sexo no me deja tiempo para otras cosas, un dinosaurio se ha comido mi portátil, etc.).

Quizás no ha sido una gran actualización, pero por lo menos he escrito (no se puede tener todo en esta vida). Prometo que la próxima será mejor. O no. Pero intentaré que sea pronto (dentro de mi concepción habitual del tiempo). Hasta entonces, sed felices.

lunes, 4 de octubre de 2010

El placer de comer

El otro día fui a cenar a un restaurante chino que merecía mi plena confianza. Sí, digo merecía, porque ya no la merece.

Me explicaré. Yo y una amiga nos pedimos tres platos para compartir, el último de ellos de empanadillas al vapor. Los dos primeros habían sido bastante buenos, así que ambas teníamos grandes expectativas en esas empanadillas. Pero cuál fue mi sorpresa al descubrir, tendido sobre la hoja de lechuga que hacía de base, el cadáver de un gusano...

Lo sé. Ahora saldréis los defensores de la comida natural y ecológica para decirme que eso es buena señal, que la lechuga estaba fresca. Y yo os diré: ¡ME IMPORTA UNA MIERDA! Soy una chica de ciudad, ¿vale? ¡Tengo mis límites!

Además era un gusano feo, ¡joder! Mira que hay orugas de colores, y me tiene que tocar un gusano de esos asquerosos, de color blanco enfermo!¡Os juro que cuando ese gusano estaba vivo había hecho de extra en algún capítulo de CSI!

Y por si eso fuera poco, era un gusano joven. Cruel destino… ¡Tenía toda la vida por delante! ¡No debió morir en mí lechuga! Si no hubiese estado paralizada por el asco habría rezado un Padre Nuestro para que Dios se apiadara de su alma. Pero sólo fui capaz de meterlo otra vez en esa cajita de mimbre donde te traen las empanadas...

Después me giré hacia la mesa de atrás y robé unos cubiertos y un plato limpios. No quería comer con nada que hubiese estado en contacto con el gusano. Lo reconozco, ahí me pasé tres pueblos. Pero no os engañéis, vosotros hubieseis hecho lo mismo. Y si no me creéis entrad en Google imágenes y buscad “gusano blanco”. ¿Lo habéis hecho ya? Pues ahora os lo imagináis en vuestra lechuga. Buen provecho.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

25 DE AGOSTO DEL 2010. INTERIOR. OFICINA- DÍA

Llego a las 3 de la tarde, dispuesta a darlo todo en mi día de prueba. Al final de la jornada me dirán si doy el perfil y me preguntarán si me interesa el empleo pero, mientras tanto, sólo se me permiten hacer preguntas relacionadas con el desarrollo del trabajo. Tengo que esperar 7 puñeteras horas para saber cuál es el sueldo. No me dicen el motivo, pero intuyo que, de saberlo antes, podría enviarlos a la mierda ipso facto y soltar más tacos que en todos los capítulos juntos de South Park.

Me hacen esperar en una sala (que en verdad no es una sala, sino la misma entrada con 4 sillas). La chica de recepción, que es muy amable pero no hace el huevo, tiene puesta música comercial a todo trapo. Desde el Waka-waka, pasando por David Guetta hasta llegar a una versión chunga de Manu Chao. Se oyen gritos que vienen de la sala contigua; un grupo de gente está realizando ejercicios de motivación. Cantan y corean cosas raras y yo sólo consigo retener una frase que repiten alzando la voz “¡SOMOS MERCENARIOS!”. Trago saliva e intento no pensar en lo que me espera.

Finalmente, a las 4, salen todos de la sala. Los participantes en el día de prueba somos asignados a una especie de “tutor” al que acompañaremos toda la tarde. Me toca con un chico muy simpático que no para de hacerme preguntas. No sé si eso forma parte de la entrevista o si está intentando ligar conmigo. Nos dirigimos a una urbanización pija, en las afueras de Barcelona, y yo me voy con mi “tutor” a una zona residencial. Empezamos a llamar puerta por puerta y a soltar las primeras mentiras del día: “¡Hola! ¿Es usted el dueño de la casa? ¡Tranquilo, no venimos a venderle nada!”. ¿Qué no? ¡Y una polla en vinagre! (perdón, se me ha escapado). Nuestra misión es conseguir que la gente acceda a poner en su fachada una placa de una empresa de seguridad. A cambio de esa publicidad, los clientes obtienen un descuento en la compra e instalación de las alarmas de la misma empresa. Eso, en mi pueblo, es vender alarmas.

La gente nos responde de distintas maneras. La mayoría no abren la puerta y otros nos insultan. Sólo unos pocos escuchan la explicación. Una mujer nos confiesa que está sola con sus hijos pequeños y que no puede dormir porque se siente insegura. Mi “tutor” se inventa que ha habido muchos robos y que varios vecinos han llamado a la policía. Veo como el miedo se apodera de la pobre mujer. Cada vez me da más asco lo que estamos haciendo, que no es otra cosa que manipular a la gente y jugar con sus sentimientos.

Llegamos a la oficina a las 11 de la noche. En teoría la jornada termina a las 10- 10:30h, pero aún están todos ahí, jugando con una pelotita. Al parecer siempre se quedan para tomar una cerveza (obligatoria), con lo que la jornada se alarga hasta la 1 o las 2 de la madrugada. Tras 6 horas dando vueltas, por fin puedo ir al baño. Me pregunto si los demás utilizan pañal. También tengo que hacer un examen, del cuál ya sé las preguntas, porque me las ha dicho mi tutor. Finalmente me dicen el sueldo. Ronda los 5 euros la hora. Eso sí, todo depende de lo que venda (puede ser más, pero también menos). Parece ser que les gusto; si quiero, el trabajo es mío. Pienso en las horas sin poder mear, en que tendré que ir casa por casa, en urbanizaciones alejadas, llueva o nieve, y que llegaré a casa a la 1 o a las 2 de la madrugada, cobrando 5 euros la hora. Pienso también en las mentiras, y en la mujer que tenía miedo. Y de repente ya no necesito pensar más. Que les den por culo.

martes, 15 de junio de 2010

Ya llegan...


La semana pasada maté el primer mosquito de la temporada. Lo vi de casualidad, paseándose tan tranquilo por mi habitación. Sin pensármelo dos veces, agarré mi zapatilla y me fui directa hacia él. Mi intención era atacarlo a traición, sin que sospechara nada. Pensaba brindarle una muerte rápida, indolora y digna, consciente de que yo contaba con una notable ventaja (y no era justo hacerle sufrir). Pero todo se complicó…

Cuando estaba a punto de lanzar el golpe mortal, el mosquito me vio. Sí, sí, me vio. Rápidamente, puso en marcha su plan de emergencia, siguiendo una estrategia clara: huir cagando leches. El muy cabrón era más escurridizo que la mantequilla. Nos enzarzamos en una batalla mítica, cada cual con sus propios mecanismos de ataque y defensa. Parecíamos estar recreando la batalla del Ebro; él usaba los muebles de mi habitación como trincheras y yo mi zapatilla como munición.

Finalmente cometió el error de ir hacia las cortinas. Se lió con tanta ropa y lo pillé. Por lo menos murió luchando, como los héroes. Y por la valentía que demostró, hoy le dedico mi blog.

Y ahora un mensaje para el resto de mosquitos:

No entréis en mi habitación. Si lo hacéis, os mataré a todos. No es broma. Pasareis a ser simples manchitas en mi pared y os clasificaré por años (cosecha del 2010, del 2011, etc.). No habrá más héroes, sino mártires.

Estáis avisados.